Vigée Lebrun, considerada la mejor retratista del siglo XVIII, fue aclamada por las mejores academias de Europa y llegó a realizar más de 900 obras. La revolución la obligó a exiliarse, lo que dispersó su arte por Europa. ¡En nuestra web queremos que su nombre no quede en el olvido!
La Biografía de Marie Louise Elisabeth Vigée Lebrun
A continuación, una breve biografía de Vigée Lebrun con el fin de entender todas sus obras:
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Vigée Le brun cabeza de familia
Elisabeth Vigée Lebrun nació en 1755 en París. Su padre, el pintor Louis Vigée, sería su primer maestro, pero moriría a sus doce años. Éste consiguió con humildes retratos en pastel, que su familia pasara de una condición humilde a ciertas ventajas burguesas.

Siempre fue una niña con grandes dotes para la pintura. A la muerte de su padre recibió ciertas lecciones de maestros como Joseph Vernet o Jean Baptiste Greuze.
A los quince años ya era muy demandada por miembros de la nobleza, lo que la convierte en el sustento principal de su familia y, a sus 23, la mismísima reina de Francia requeriría sus servicios al tiempo que Lebrun ganaba su confianza.
Por no afiliarse a las academias, el estado francés cerró su estudio personal. Ello le obligo a afiliarse a la Academia de Saint Luc que ya expondría sus obras en el salón ante su desconocimiento.
En 1774 ingresaría en la Real Academia de Pintura y Escultura el mismo día que su rival, Adélaïde Labille Guiard.
Su mala relación con su padrastro apresuró un mal matrimonio en el que Jean Baptiste Vigée Lebrun consumiría el dinero de la pintora en juegos, alcohol y prostitutas.
Artista de corte
Un viaje a Flandes le permitiría conocer la obra de Rubens y otros flamencos, de quien admiraba el uso del color.

Su destino como artista de corte se vería realizado cuando, en 1779, la madre de la reina se interesó por su pintura y le encargó el primer retrato para su hija a los 22 años.
Gracias a las memorias de Vigée Lebrun sabemos que llegó a retratar a su amiga Maria Antonieta hasta 35 veces.
También retrataría a su familia y sería una gran protegida de la monarca. Ganó la admiración de artistas como Jacques Louis David e Ingres, quienes la tenían por una igual, sin embargo, la posteridad sólo conservó los nombres masculinos.
Escapó de la revolución francesa
Observando las circunstancias históricas y como reconocida monárquica consiguió escapar de la Revolución francesa con su hija.
Muchos de sus amigos nobles no tuvieron la misma suerte y murieron decapitados por la temible guillotina del Terror. En sus escritos lamentaría especialmente la muerte de la reina, por quien no pudo leer siquiera el periódico para no conocer detalles al respecto.
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Después de aquellos terribles sucesos estuvo en el exilio más de una década. Primero en Italia, luego Viena y finalmente a San Petesburgo. Elisabeth Vigée Lebrun seguiría pintando a miembros de la nobleza europea, lo que hizo que sus obras se dispersaran por el continente.
En Rusia retrataría a miembros de la familia de Catalina la Grande y en Inglaterra retrataría incluso a Lord Byron.
Durante el exilio ella y su hija se mantendrían de su propia pintura, pues la revolución obligó a su marido a divorciarse de la pintora monárquica.
Últimos años de la pintora Élisabeth Vigée Le Brun
Con Napoleón en el poder regresaría a Versailles, donde encontraría todos los retratos de la reina descolgados y ocultos a la vista, mas se le permitió volver a verlos.

Vigée Lebrun nunca volvió a casarse. Se compró una casa en Louveciennes y vivió allí hasta que el ejército prusiano se la arrebataría, lo que la impulsó a volver a París donde, en 1842, fallecería a los 86 años.
Su cuerpo fue llevado de vuelta a Louveciennes donde todavía hoy podemos leer su epitafio: “Aquí, al fin, descanso…”
Las obras de Vigée Lebrun
Después de conocer su vida podemos intuir que su temprana formación, sus evidentes dotes innatos y la cantidad de viajes que realizó, junto con las íntimas relaciones que explotó en las diferentes cortes europeas, fueron grandes elementos que engrandecieron su pintura.
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Gran conocedora de los estilos que se estaban dando en otras partes del continente y asidua en los grandes museos y academias tenía un profundo conocimiento de la técnica del óleo.
Las obras de Marie Louise Elisabeth Vigée Lebrun se pueden contabilizar en 660 retratos y 200 paisajes.
Pinturas de Vigée Le Brun de tradición cristiana

Además de los retratos a Maria Antonieta con su familia y otros miembros de la corte, destacamos sus maravillosos autorretratos, retratos de personajes de la tradición cristiana o las alegorías históricas. Esta última categoría menos conocida es realmente elocuente.
Cuadros como “Santa Genoveva”, “El genio de Alejandro”, “Bacante”, “El baño” o “Flora” nos siguen mostrando su temática más valorada, el retrato, pero aludiendo a esferas más abstractas. Esto es algo que destacar pues el género de historia, era en su época, uno de los más valorados y poco tratados por las artistas femeninas, precisamente por la imposibilidad de acceso de estas al estudio del desnudo.

El neoclasicismo, con miras a la antigüedad, dio lugar a modas como los retratos alusivos a figuras mitológicas. La familia de Napoleón lo pondría aún más en boga. Así, encontramos obras como el “retrato del príncipe Henry Lubomirsky representado como el genio de la fama”, “Anna Pitt como Hebe” o los retratos de Lady Hamilton como Ariadna, sibila persa o bacante.
Su admiración por Maria Antonieta
Madame Vigée Lebrun nos habla en sus memorias, escritas entre 1835 a 1837, de un retrato de la familia de Maria Antonieta muy particular. Pintado después de su muerte, Maria Antonieta sube en una admirable apoteosis a los cielos. Entre nubes, Luis XVII y sus dos hijos como ángeles reposan admirando la elevación. Este cuadro, por el intenso cariño que tenía por su gran protectora, decidió quedárselo para ella misma.
Vigée Lebrun y su hija, autorretrato
El “autorretrato de Vigée Lebrun con su hija” nos muestra la faceta más tierna y maternal de la artista. Considerando que junto con ella tuvo que pasar unos momentos terribles en el exilio sabiendo de la muerte de todos sus amigos y conocidos es aún un abrazo más sentimental.

Ambas vivieron únicamente de su ejercicio artístico en las convulsiones del siglo XVIII, viajando y viviendo juntas. Su primera actitud de independencia frente a las academias sumado a su colección de autorretratos nos habla de una enorme seguridad en sí misma y en su capacidad artística.
Su especial atención a los retratos femeninos y a las grandes figuras de su época (pues solo una sexta parte de su obra fueron retratos masculinos) nos ayuda a atisbar el verdadero reconocimiento que tuvieron estas mujeres. Algo que la historia ha pretendido ignorar.
Vigee Lebrun en el Museo del Prado
Los cuadros de Louis Élisabeth Vigée Lebrun están dispersos por una veintena de Museos, por lo que probablemente te has cruzado con su obra. Sin embargo, su nombre sigue sonando desconocido para la mayoría del público.

El Museo del Prado, a pesar de tener en su depósito obras de la que fue la mejor retratista de su siglo, no ha sido hasta septiembre de 2020 y más por presión popular que por convicción, que ha decidido sacarlos a la luz.
Así se han restaurado el “retrato de Maria Cristina Teresa de Borbón” y “Carolina, reina de Nápoles”. Ambos cuadros de 1790.
Las obras de Vigée Lebrun ya están visibles en el Prado junto con las de otras mujeres pintoras como Sofonisba Anguissola, Artemisia Gentileschi, Rosa Bonheur, Clara Peeters o Angelica Kauffmann.